Photoshop está basado en un sistema de niveles de trabajo, es decir, que nuestro archivo es uno, pero compuesto por distintas capas. Cuando creamos un archivo nuevo, en la ventana capas veremos que ya existe una capa y que se llama Fondo:
Con cada nuevo elemento añadiremos una capa nueva y también lo haremos al usar cualquier herramienta. Ciertas herramientas, al usarlas sobre el documento, ya nos añaden su propia capa, como por ejemplo la herramienta de texto. Sin embargo otras, como el bote de pintura o los pinceles no lo hacen.
¡Ojo! Esto es importante. Si no creamos una capa para cada elemento o modificación podemos liarla parda!
Por ello antes de usar estas herramientas debemos crear una nueva capa para no actuar sobre la existente. Las capas nos permiten añadir efectos, transparencias, hacer fusiones entre varias capas y otras muchas cosas. ¿Y qué conseguimos al tener nuestro archivo montado en capas?
Conseguimos tener un documento de trabajo abierto a posibles modificaciones futuras, que nos facilitarán el trabajo y nos evitarán tener que rehacer toda una imagen o hacer algún arreglillo rápido, para cambiar un simple texto o borrar un gráfico que ya no nos gusta. Más adelante veremos que una vez terminado nuestro trabajo, podremos acoplar todas las capas y guardarlo en un formato preparado para web, en ese momento nuestro documento quedará cerrado, por lo que su modificación posterior será mucho más difícil y costosa.
Un documento cerrado y listo es lo que se llama Arte final. Para modificaciones futuras, utilizaremos el archivo .PSD que es que el llevaremos guardando durante todo el proceso de trabajo.
Vamos a pasar a la acción con un caso práctico donde desarrollaremos más en profundidad lo que hemos visto hasta ahora.